Como militar creyó que se lo merecía todo y se perpetuó en el poder por 3 décadas desdeñando abiertamente la posibilidad de elegirse en un régimen democrático
Porfirio Díaz era muy talentoso para la política
Sin lugar a dudas el nombre de Porfirio Díaz puede generar cualquier sentimiento menos indiferencia. Algunos acarician su memoria y otros tendrán mucho que decir sobre su gobierno, vida política, postura y controversiales decisiones, ¿pero mostrarse indiferentes? ¡Jamás!
Fue un oaxaqueño de talento que, con su arma en mano y siguiendo los preceptos de Benito Juárez, tuvo mucho que ver con el triunfo sobre el imperio de Maximiliano apoyado por Francia y conservadores mexicanos.
¡El régimen monárquico de 3 años (1864-1867), encabezado por Maximiliano de Habsburgo, terminó con el determinante concurso de Porfirio Díaz!
La política comienza a coquetearle a los 10 años
Tenía 10 años cuando la política llegó sutilmente y sin hacer mucho ruido a su vida. Había pasado hambre, perdido a su padre y ayudado a cuidar a sus hermanos, pero su mente estaba ávida de conocimiento.
Su maestro en Oaxaca, José María Crespo —con quien mantuvo vínculos toda la vida— se identificaba con ideales liberales que propendían hacia el progreso y, en las aulas, intuyó que Porfirio no pasaría desapercibido en su país, México.
Así le escribiría años después de haberlo tenido como alumno:
“Mi siempre estimado amigo y discípulo, desde tu niñez observé que la Providencia te destinaba a algo grande y de provecho”.
Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo I. La guerra: 1830-1867 (Carlos Tello Díaz)
¿Seminarista o militar?
Tanto doña Petrona Mori como Don José Faustino Díaz, padres de Porfirio, fueron devotos y miembros activos de la iglesia. Ella quería que fuera seminarista y sacerdote y parecía que su destino estaba sellado cuando se decidió que entrara al Seminario de Oaxaca apoyado por José Agustín Domínguez y Díaz, su padrino.
Pero no sería el sacerdocio la carrera que habría de marcar los destinos de Porfirio Díaz, pues en 1846 renunció al seminario y se unió a la Guardia Nacional para participar en la guerra contra la invasión estadounidense (1846-1848).
Aún el combate le era esquivo, pero no perdió el tiempo: se integró al Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca para estudiar tácticas militares.
Benito sí, pero no
¡Había nacido para ser militar! En ese medio se sentía como pez en el agua y su carrera en escenarios castrenses se alimentó de servicios destacados en la Guerra de Reforma y la lucha contra los franceses.
El liberal Benito Juárez (quien asumiría la presidencia en 1858 por primera vez) lo apoyó para estudiar derecho, pero Porfirio Díaz pronto comenzó a apartarse de las ideas juaristas.
Díaz fue líder de protestas en contra de la reelección de Juárez (fallecido en 1871). Luego huyó a Estados Unidos ante el resultado fallido de una revuelta contra el presidente Sebastían Lerdo Tejada en 1876.
Presidente formal en 1876
Medio año después regresó a su tierra natal para actuar como líder en la Batalla de Tecoac, en noviembre de 1876. Fue elegido como presidente interino de México el 28 de noviembre de 1876 al 6 de diciembre de 1876. Luego fue elegido por segunda vez presidente interino del 17 de febrero al 5 de mayo de 1877.
Corría su primer mandato con varias y significativas obras en favor de los mexicanos:
– Inversiones en obras públicas: colonias urbanas y edificaciones para el desarrollo gubernamental.
– Crecimiento significativo de la telefonía y la telegrafía.
– Expansión de la red de trenes
Al mismo tiempo, Porfirio Díaz se ocupaba de darle solidez a su propia maquinaria política y reprimir cualquier revuelta en su contra.
Ni Lerdo ni González
Sebastián Lerdo quería ser reelegido, pero Díaz se opuso y, a dedo, nombró a Manuel González para que lo sucediera.
El gobierno de González tuvo marcas oscuras como el enriquecimiento ilícito de algunos de sus miembros y una profunda crisis de orden económico.
Porfirio Díaz volvió al poder en 1884 para continuar con el llamado “Porfiriato” (1876-1911), un período de la historia mexicana que, si bien se caracterizó por un significativo crecimiento económico, también le dio roles especiales a la represión política y la desigualdad social.
Tres décadas detrás del poder
Porfirio Díaz ocupó la silla presidencial de México durante 30 años casi ininterrumpidos.
Irónicamente, en su primer mandato se opuso a la reelección, pero la historia muestra que, al parecer, al suceder a Manuel González, quedarse en el poder no parecía turbarle el espíritu ni contrariar sus convicciones.
¿Qué hizo? Modificar la Carta Magna de 1857 para permitir la reelección indefinida. Su gobierno se caracterizó —como dijimos arriba— por reprimir revueltas y desterrar de la faz del planeta cualquier intento de expresión que hablara mal de su ejercicio gubernamental.
Vientos oscuros
Indígenas, campesinos y el pueblo bajo, en general, que se mantenían con escasísimos recursos, sufrieron por las injusticias de las que fueron objeto a manos de terratenientes respaldados por la que fue bautizada “dictadura porfirista”.
Los brotes de rebeldía y disturbios permanentes eran rápidamente neutralizados por las “fuerzas del orden”.
Vientos oscuros comenzaron a permear el escenario político, afectado por la volatilidad cambiaria que desplomó el valor del peso mexicano en los mercados internacionales y por cosechas arruinadas que agravaron el hambre en el campo..
¡No más!
¿Hasta cuándo se quedaría Porfirio Díaz en el poder? De no haber sido por Francisco I. Madero y el apoyo financiero de Estados Unidos. Madero era empresario, espiritista (creía en espíritus) y político que lideró la Revolución Mexicana, esta pregunta tendría una respuesta diferente en las páginas de la historia.
Madero fue quien “estrenó” en México las elecciones de corte democrático y resultó elegido presidente a la caída de Porfirio Díaz.
El exilio en Francia alcanzó al dictador y la muerte lo encontró el 2 de julio de 1915 en París.
Orden y Progreso
Treinta años en el poder le dieron a Porfirio Díaz, el control prácticamente absoluto de México.
El lema de sus tres décadas de gobierno fue “Orden y el Progreso” y aunque, realmente, hubo modernización del país en sus manos —y por ende crecimiento económico—, no es menos cierto que la participación ciudadana fue neutralizada y el desdén a la autonomía de los poderes una constante.
Un militar se lo merece todo
Los procedimientos electorales marcados por la columna vertebral llamada “democracia”, nunca estuvieron en el radar político de Porfirio Díaz.
Como caudillo militar y artífice de la victoria sobre tropas de Francia y los conservadores mexicanos, creyó que se lo merecía todo.
Pero fue por las armas que llegó a la presidencia y se perpetuó en ella. El liderato que ejerció en la Revolución de Tuxtepec, contra Sebastián Lerdo de Tejada, le mostró el camino idóneo para hacerse con el poder y no soltarlo.
Los planetas se alinearon
Variables afortunadas marcaron el ejercicio de la presidencia para Porfirio Díaz y él, inteligentemente, supo aprovecharlas acomodando las fichas del juego político a su favor:
— Decidió que mantener el orden y el progreso era más importante que conceder libertades y darle protagonismo a la democracia.
— Europa transitaba por un período de bonanza económica y tiempos de paz, por lo que incrementó sus inversiones en México.
— Estados Unidos le apostaba a la modernización de la frontera con México, lo que benefició al norte del país.
— Creía que la política entorpecía el desarrollo, por lo que prefirió quitarle protagonismo al debate electoral y al discurso parlamentario.
Durante mucho tiempo, los planetas se alinearon para afianzar en el poder al nativo de Oaxaca.
Prensa de oposición
Como es usual en los gobiernos de facto, el de Díaz se distinguió por la represión a la prensa opositora, cerrando varios medios de comunicación, amenazando y/o encarcelando a los periodistas.
La opinión pública conoció entonces al periódico El Imparcial que elogiaba la gestión de gobierno, especialmente en asuntos de orden económico, eludiendo —a propósito, por supuesto— temas políticos que provocaran controversia.
Científicos
Díaz otorgó poder y estatus a muchos científicos mexicanos que se consolidaron como sus aliados hasta el final del mandato de corte dictatorial.
Entre las máximas a aplicar, propuestas por este grupo conformado por personas muy educadas en temas como el derecho, la medicina y la ingeniería, estaban:
— Fomentar la inversión extranjera.
— Exportación de productos naturales.
— Eliminación de las alcabalas (pagos por traslado de productos en el territorio nacional) que impedían la integración de las regiones.
— Calificar como “benéfica” a la dictadura de Porfirio Díaz.
— Ampliar el sistema de educación pública y darle un carácter científico.
— Respetar las creencias religiosas
Los grandes hacen más ruido… al caer
Pocas manos poseían la riqueza en México y el sonar de la revolución aunado al descontento ya hacían eco en la geografía nacional.
Se anunciaba la caída de un grande con un ruido que resultaría ensordecedor y efectivo que llevó por nombre la Revolución Mexicana.
En un intento por neutralizar el liderazgo de Francisco I. Madero, Díaz lo encarceló pero fue en vano, el río del deseo de libertad arrastraba un gran caudal.
Nombres como Emiliano Zapata, Pascual Orozco y Francisco Villa se oyeron por doquier y las fuerzas revolucionarias ganaron terreno.
El “Porfiriato” moría y su principal protagonista, Porfirio Díaz, renunció a la presidencia el 25 de mayo de 1911. Forzado a emigrar de México, partió al exilio en tierras francesas.