¿Qué imperio logró lo que los aztecas no pudieron: resistir a los españoles, hasta que las lágrimas de una princesa sellaron su destino?
Número 1: De imperio recio a pueblo subyugado
En un enorme territorio de 75,000 km², para mediados del siglo XVI, ya vivían miles de personas en las tierras altas de la región centro occidental de México. Esta zona incluye gran parte del actual estado de Michoacán.
Eran los “tarascos”, llamados así por los españoles. Este nombre surgió al escuchar una lengua desconocida que hablaban los habitantes del lugar: el purépecha o tarasco.
El imperio se fundó en el siglo XIV, 200 años antes de este bautismo. Pero en 1522, las cosas dieron un rotundo vuelco con la llegada de los españoles, quienes cambiaron para siempre el destino de los nativos.
Los purépechas dejaron de ser dueños de su mundo para convertirse en vasallos de extranjeros. Muchos perdieron su identidad cultural hasta casi extinguirse como grupo étnico.
Número 2: Guerreros a tiempo completo hasta que los otros llegaron
La sangre recia que corría por sus venas los hacía desafiantes, orgullosos y dispuestos para la guerra. Su centro político y religioso era Tzintzuntzan, un área que abarcaba gran parte de Michoacán, Guanajuato, Guerrero, Jalisco y Querétaro.
Los tarascos querían expandirse y conquistar tierras de otros imperios, incluyendo a los mexicas (parte del Imperio Azteca). A estos no les gustó nada la incursión ajena en Jilotepec, hoy parte de México.
Ambos bandos buscaban expansión, conquista y dominio. Pero ninguno imaginaba lo que se avecinaba…
Número 3: Una premonición los hubiera salvado
Una guerra de un año debilitó tanto a tarascos como a mexicas entre 1476 y 1477. Los primeros ganaron y conquistaron importantes territorios como Oztuma, Xicotitlán y Tollocan.
Si ambos bandos hubieran previsto que pronto enfrentarían al verdadero enemigo —los españoles—, quizás se habrían aliado. Hoy quizá estaríamos escribiendo otra historia.
Número 4: Eréndira, princesa purépecha, la defensora
Era hija del Cazonci Tangáxoan II, último gobernante de Tzintzuntzan.
Según la leyenda, Eréndira vivía feliz en su tierra. Adoraba recorrer llanuras y bosques, sintiendo el viento en su rostro mientras su cabello ondeaba libremente.
Pero la llegada de los españoles cambió todo. Ella no estaba dispuesta a rendirse y decidió luchar por su gente.
¿Y acaso no es eso lo que hace una princesa? Tal vez no todas, pero Eréndira no era cualquier hija de rey.
Aunque su padre no quería enfrentar a los invasores, ella estaba dispuesta a todo.
¿Si ya habían vencido a los mexicas, por qué no podrían vencer también a los extranjeros?
Estaba furiosa. No podía imaginar a su pueblo esclavizado.
Número 5: Con el puño femenino en alto
En el templo de Xaratanga, diosa de la luna, los purépechas vieron a su princesa llamarlos a la batalla. Los nobles la oyeron asombrados. Todos se contagiaron de su ímpetu y del amor que profesaba a su pueblo.
Llegó la bestia que sería sacrificada para honrar a los dioses y pedir su apoyo. Y la luna, desde lo alto del cielo, lo presenció todo.
Vio a una mujer empoderada prometerle a Tangáxoan II reunir un ejército para combatir a los invasores de su tierra, de sus muertos, de su pueblo y de su historia.
Número 6: Armas y bestias desconocidas
Los extranjeros traían armas y animales nunca antes vistos: caballos.
Para los españoles, comandados por Cristóbal de Olid, eran simples monturas. Pero para los purépechas, fueron bestias aterradoras que ayudaron a doblegarlos.
Y la leyenda dice que las lágrimas de Eréndira, al verse obligada a huir de sus tierras, fueron tantas que dieron origen al lago de Zirahuén, “espejo de los dioses”.
Número 7: Su amigo de crines blancas
Dicen que Eréndira aprendió a montar un caballo blanco capturado por los suyos. Lo alimentó y se convirtió en su amigo incondicional.
Ella no se rendía. Ni la valentía de esta princesa, ni sus discursos, ni su puño en alto, ni su caballo blanco, ni sus lágrimas capaces de formar lagos, fueron suficientes para evitar que los purépechas perdieran el control de su destino ante el extranjero.
Número 8: Las mujeres ayudaron a construir el Imperio purépecha
Sería un error pensar que Eréndira fue la única mujer de armas tomar en el imperio purépecha.
Las mujeres ayudaron a construir el imperio desempeñando un rol protagónico al alimentar a los suyos a través de su trabajo en la agricultura y cuidando a sus familias en el hogar.
En su obra La Conquista de Michoacán (2019), Juan Carlos Cortés recupera un pasaje de la Relación de Michoacán donde recuerda el espíritu guerrero de la mujer purépecha en tiempos de la conquista española, espíritu que pareció superar al de los hombres del imperio:
Y estaban por allí los principales y las mujeres empiezan a deshonrar diciéndoles que para qué traían aquellos bezotes de valientes hombres, que no eran para defender aquel oro y plata que llevaba aquella gente, que no tenían vergüenza de traer bezotes (Anónimo, 2003, como se cita en Cortés, 2019).
Número 9: Lengua perdida
¿Por qué se llamaron purépechas? Cada uno de los integrantes de este maravilloso pueblo indígena que tuvo un esplendoroso desarrollo en Michoacán es un p’urhe o p’uré, lo que significa “persona”.
Si fueron llamados “tarascos” no fue porque los purépechas lo quisieran, fue un nombre impuesto por una lengua extranjera que, irónicamente, no entendían.
No se conoce parentesco lingüístico del idioma p’urhe y sus hablantes, lamentablemente, fueron disminuyendo a lo largo del tiempo.
Número 10: ¡Al rescate de lo casi perdido!
Por fortuna, siempre hay un Don Quijote de La Mancha que rescata a los débiles. En 1980, surgió un movimiento de supervivencia de esta lengua que agonizaba y, por iniciativa de la Academia de la Lengua purhé y el Centro de Investigaciones de la Cultura P’urhépecha, los ecos de las palabras de este imperio guerrero y orgulloso, han venido cobrando nuevo protagonismo.
Número 11: Los purépechas tenían una división social clara
En la cúspide estaba el rey (irécha o cazonci), seguido por los señores (acháecha) y los sacerdotes.
Bajo ellos estaban campesinos, pescadores, mercaderes y artesanos.
Adoraban al dios Curicaueri, honrado cada año con una fiesta de 20 días. El cierre era curioso: un sacerdote narraba la historia de un antepasado, asegurándose de que los protagonistas del imperio no fueran olvidados.
Número 12: Curicaueri no era el único dios de los purépechas
Curicaueri no era el único dios de los purépechas pero sí uno de los mayores. Lo acompañaban en la más alta jerarquía de las creencias, Xaratanga, Thares Upeme y Uazoriquare.
También había mediadores e intercesores antes los grandes como Curita Caherí, Sinuncia Arhan y Auicanime y otros ancestrales heredados de generación en generación: Zirita-cherengue, Uacüsecha y Tingárata, representados por figuras animales como el águila y el caimán o el fuego y las piedras.
Según sus creencias, el imperio purépecha nació por voluntad del dios Kuerájpiri, el que engendra, el grande entre los grandes, padre del sol y la luna.
Número 13: Sacrificios, morir para honrar
Fue Fray Jerónimo de Alcalá quien escribió sobre las formas de sacrificio humano que formaron parte de los rituales del imperio purépecha. Para conocer más a fondo el tema, la obra “Relación de Michoacán” profundiza sobre el asunto.
Al parecer, los purépechas fueron menos adeptos al sacrificio que otras culturas de Mesoamérica como los mexicas, por ejemplo.
Sin embargo, se sabe que usaron el sacrificio humano como medio de ofrenda a sus dioses para rogar por bendiciones y favores o apaciguar su ira. Los alababan también con bebidas, alimentos, animales y objetos de valor.
Número 14: Motivaciones
Para comunicarse con sus dioses a través del sacrificio, los purépechas celebraban rituales en templos piramidales semicirculares (yácatas) donde todos podían ser testigos del paso a paso del evento ceremonial. Los sacerdotes eran los protagonistas en la guía del proceso.
El sacrificio podría implicar abrir el pecho de la víctima que aún estaba viva. Luego, el cadáver rodaba por las altas escaleras del templo. Parece terrible e inhumano pero la verdad es que se trataba de rituales con una consistente motivación.
¿Qué los movía para realizar el sacrificio? Varios propósitos, quizás impartir justicia, llevar al más allá a cautivos de guerra o ayudar a acompañantes mortuorios para poder seguir sirviendo a un rey más allá de su muerte.
Número 15: Viejitos, concheros, moros y pescado
Muchos rituales purépechas trascendieron la muerte. Hoy, estas tradiciones permanecen vivas en danzas, artesanías y fiestas que disfrutan mexicanos y extranjeros.
Nadie puede ignorar el hermoso trabajo en cobre y la alfarería que llegaron al mundo.
Danza de los Viejitos
Honra a los adultos mayores, sus experiencias y la sabiduría de la vejez. Los bailarines usan máscaras y realizan movimientos que invitan al respeto y la convivencia.
Danza de los Concheros
Agradece a los dioses al son de instrumentos hechos de conchas marinas.
Danza del Pescado
Recuerda la importancia que los purépechas le dan al agua y a la pesca.
La Tarasca
La vestimenta purépecha es colorida y simbólica.
Mujeres:
- Camisas bordadas (huanengos )
- Falda plisada, delantal, faja y rebozo
Hombres:
- Pantalones claros
- Faja y sombrero de petate
El petate, hecho de estera de palma, puede servir como cama, mesa e incluso mortaja. Un objeto versátil y lleno de significado.
Marcando la historia
Sin duda los purépechas marcaron la historia mexicana como guerreros y conquistadores, los hombres, y defensores de los suyos, las mujeres.
Ningún país del mundo debe olvidar sus raíces. Los mexicanos, seguros de su esencia, recuerdan a través de danzas y rituales dónde está su identidad a pesar de fortuitos azares que no permitieron el florecimiento pleno de valiosas culturas como la protagonista de estas páginas, los purépechas.